En la publicación de 2015 “Crítica Arquitectónica: ¿Viva o Muerta?, el arquitecto Blair Kamin, ganador de un Pulitzer, hace una reflexión sobre el futuro de la crítica arquitectónica en un contexto de exceso de información y contenido.
La sociedad está cambiando. Actualmente, vivimos en una era digital en la que cada día viene de la mano de un sinfín de nuevas posibilidades. Las fronteras se rompen, nuevas tecnologías salen a la luz a diario y, con ello, se desdibujan las líneas de lo posible. El quién puede hacer qué.
Con un teléfono en la mano, cualquiera de nosotros puede convertirse en fotógrafo. Así como, con una cuenta de Instagram y unos cuantos seguidores, todos podemos ser influencers. Y esa influencia, que no es sino la existencia de una audiencia propia, nos permite convertirnos en críticos de cualquier campo que deseemos.

En la publicación de 2015 “Crítica Arquitectónica: ¿Viva o Muerta?, el arquitecto Blair Kamin, ganador de un Pulitzer, hace una reflexión sobre el futuro de la crítica arquitectónica en un contexto de exceso de información y contenido.
El punto de vista de Kamin es claro, hablando de la necesidad de un cambio en el campo de la crítica y de la inevitable participación de una audiencia que no es experta en él. Su argumento se basa en todo momento en un gran número de ejemplos de su experiencia propia, tras más de 20 años trabajando como crítico arquitectónico para el Chicago Tribune cuando surgen estas ideas.
Sin embargo, también se lee entre líneas que, aun cuando defiende que el campo de la crítica arquitectónica sobrevive en medio de todo este proceso de transformación, el crítico teme que los obstáculos a este cabio surjan precisamente de los propios expertos.
Esto queda en evidencia en su elección de palabras, recurriendo a un vocabulario técnico, complejo y experto, lleno de referencias arquitectónicas que el lector común no podría entender en su totalidad. Incluso aquellas partes que aspiran a ser más ligeras, a entretener y brindar diversión al texto, están teñidas de metáforas de la profesión: ¿Cómo podría un aficionado entender el porqué un viajero entra a Nueva York sintiéndose como un dios, tras atravesar “una secuencia procesional de nártex, nave y transepto”?
The paper is, undoubtedly, a critic to the critics, just as much as it is a reflection on what is to come. It is a harsh call for attention to those who still believe in architectural criticism, or criticism as a whole, as a one-way communication channel.
“La diferencia fundamental sobre la era digital es esta: Interacción”, dice el crítico del Tribune: “En el pasado, los columnistas a menudo se regodeaban de tener una conversación con el lector. Pero, ahora, esa conversación es real. Y eso requiere que los críticos se adapten”.
El cambio está ocurriendo. No podemos evitarlo. La variabilidad es, a fin de cuentas, la clave de la era digital. Y Kamin simplemente defiende la bienvenida a lo inevitable. Tan solo propone la aceptación de las ideas de la audiencia, y la construcción de una escritura profesional basada en ellas. En otras palabras, tomar toda la información no regulada y someterla a los filtros del periodismo profesional.
En el campo de la comunicación, se conoce este concepto como gatekeeping (vigilancia de una puerta). De manera muy visual, es fácil imaginarse toda esta información excesiva fluyendo de manera incontrolada a través de una puerta que necesita ser controlada por alguien con el conocimiento suficiente para filtrar qué debería tener el paso permitido.
Sin embargo, y a pesar de que cada uno de los argumentos de Kamin reflejan la flexibilidad necesaria para la evolución de la crítica arquitectónica, es también relevante especificar por qué es precisamente el crítico la persona adecuada para llevar a cabo este filtro, para ser el gatekeeper (portero).

La crítica y la curación se están convirtiendo en uno solo. La tecnología, la digitalización, está desdibujando la línea que las separa. Existe una intención curativa en el mero hecho de “filtrar” la información, una intención de dictar lo que vale la pena y lo que no. De tal manera, el gatekeeper ha de tener una mentalidad cargada de conocimiento contextual, para aplicar los filtros adecuados. Para tomar las decisiones correctas. En definitiva, para permitir que la información de valor cruce esa puerta y consiga llegar a la audiencia.
Y sí, es cierto, cualquiera puede ser un crítico hoy en día. Pero no todo el mundo puede aportar buenas críticas. La diferencia entre un arquitecto experto y un aficionado que osa juzgar una pieza arquitectónica es que solo uno de ellos cuenta con la trayectoria y las ideas para apoyar y justificar su crítica. La diferencia es que solo uno de ellos será capaz de crear una crítica constructiva con la capacidad de albergar una cierta agenda y de defender los intereses de la arquitectura.
Efectivamente, sería contraproducente hacer oídos sordos a un recurso que viene dado de manera casi gratuita. Elegir ignorar lo que la audiencia quiere, sabiendo que es precisamente para ellos que se escribe, sería un acto narcisista. Pero sería ingenuo también infravalorar las habilidades que solo un experto puede aportar.
La crítica arquitectónica está más viva que nunca en la era digital, pero es también más débil que nunca, ya que depende del delicado equilibrio entre interacción e integridad.
