Heráclito dijo una vez: “La única constante en la vida es el cambio”. Se trata de un refrán que todos hemos escuchado en numerosas ocasiones a lo largo de nuestra vida. La veracidad de esta afirmación nunca ha parecido tan cierta como en el escenario actual. Con la pandemia de Covid-19 en curso, nuestras rutinas diarias se han visto alteradas de forma significativa y quizá permanente. Varias personas han perdido sus empleos y las que no lo han hecho han tenido que aprender a trabajar desde casa. Las empresas han cerrado, la economía ha dado un giro de 180 grados y los estudiantes han tenido que adaptarse al complicado y algo novedoso mundo del aprendizaje en línea.

Para los estudiantes de arquitectura esto significa que se acabaron las visitas a las obras, la convocatoria de los jurados de fin de semestre, el aplazamiento o incluso la cancelación de las tradicionales presentaciones de tesis y exposiciones y tantos otros actos que forman parte esencial de nuestro currículo académico. En cambio, las aplicaciones de telecomunicaciones como Skype y Zoom se han vuelto de repente omnipresentes e indispensables. Esta sacudida del sistema educativo puede parecer repentina y quizá incluso injustificada, pero la realidad es que se veía venir desde hace tiempo. Los cambios que está experimentando nuestro planeta son urgentes e inevitables. Tarde o temprano habríamos tenido que aprender a adaptarnos, quizá no tan bruscamente, pero sí de forma definitiva. A nosotros, educadores y estudiantes, se nos ha expulsado de nuestra zona de confort y se nos ha ordenado en términos inequívocos que nos ocupemos de ello y que lo hagamos rápidamente. Uno de los principales trastornos ha sido el cambio en la relación entre los profesores y sus alumnos. La autoridad que los profesores han ejercido sobre sus alumnos durante tanto tiempo se ha convertido en algo inútil debido a su ausencia. Los estudios de arquitectura son generalmente alabados como espacios creativos, pero el espectro de las próximas presentaciones asegura que los estudiantes logren aprovechar esta creatividad y convertirla en alguna apariencia de productividad. Sin embargo, ahora los estudiantes se encuentran en una situación desconocida. No hay presión sobre los próximos exámenes o entregas. Sí, hay clases en línea, pero ¿quién puede culparnos si nuestra atención se desvía hacia los pastos más verdes de las redes sociales y los videojuegos?
El aprendizaje de la arquitectura siempre ha sido más práctico que teórico. Hay que buscar materiales, elegir texturas y colores, fabricar productos. Hay que visitar obras, medir su entorno y supervisar las construcciones. Los arquitectos son proveedores de servicios. Trabajamos con el objetivo de construir algo tangible, algo que podamos imaginar. Esta pandemia no significa que los arquitectos hayan dejado de trabajar. Sólo significa que la forma de enfocar nuestro trabajo ha cambiado. Las escuelas tienen que repensar y reelaborar sus planes de estudio y sus métodos para impartir conocimientos. Tal vez la situación actual conduzca por fin a esa transición definitiva entre los informes de diseño sin sentido y bonitos a la arquitectura que puede marcar la diferencia.

La arquitectura, como campo, no sólo fomenta, sino que depende, del trabajo en equipo. Cualquier gran edificio no se construye sólo con los esfuerzos del arquitecto. Siempre hay otras personas igual de importantes. Desde los directores de obra hasta los supervisores de la misma, pasando por los asesores técnicos, hay un número ilimitado de personas que intervienen en la construcción de cualquier estructura. En las escuelas de arquitectura se anima a los estudiantes a trabajar juntos en proyectos con regularidad. El objetivo es prepararlos para el entorno laboral y, al mismo tiempo, garantizar que aprendan el valor del esfuerzo y la adaptación del equipo. Sin embargo, la pandemia ha garantizado que el distanciamiento social sea la nueva normalidad. Los estudiantes ya no pueden permitirse el lujo de obtener segundas, terceras y cuartas opiniones de sus compañeros y profesores. Esto significa que tienen que estar preparados mentalmente para confiar en sus propios instintos y habilidades. Al fin y al cabo, uno puede hacer que los garabatos dibujados sobre el papel parezcan la siguiente obra maestra en persona, pero es bastante difícil hacerlo en los envíos en línea, donde no se puede explicar a satisfacción.
Tanto los estudiantes como los profesores se han mostrado angustiosamente reticentes a aceptar el aprendizaje en línea y a distancia en su vida cotidiana. Las aplicaciones de telecomunicación no son desconocidas, ni siquiera muy recientes. Existen desde hace algunos años. Pero existe la idea (que puede ser cierta) de que los estudios de arte y diseño funcionan mejor en persona. Esto supone un gran cambio para los estudiantes. Los estudios de diseño son una parte muy importante del curso de arquitectura, y estos estudios suelen funcionar a base de discusiones individuales con los profesores o mentores, seguidas de presentaciones en grupo. Se trata de un proceso que no se puede trasladar a Internet. Tenemos que presentar nuestro trabajo con nuestras propias palabras, explicarlo con gestos apasionados de las manos y expresiones suplicantes. Es una parte del proceso. Sin embargo, ahora se espera que los estudiantes de arquitectura, que nunca fueron muy sinceros con las clases teóricas, asistan a sesiones a primera hora de la mañana con temas que van desde la antropometría hasta el diseño. Para los alumnos del último curso, esta rutina es especialmente tediosa. Sus almas creativas, no acostumbradas a normas tan estrictas, se quejan de la injusticia. No pueden acostumbrarse a la repentina sinceridad que se espera de ellos. Esto no significa que el aprendizaje en línea sea imposible. Sólo significa que el proceso debe seguir siendo interactivo, fomentando la imaginación, no ahogándola.
La psicología de una persona se desarrolla en función de su entorno. Todos nos enfrentamos al aprendizaje en línea durante esta pandemia a nuestra propia y peculiar manera. Toda moneda tiene dos caras. Sí, este distanciamiento social nos está enseñando a ser más autosuficientes e independientes. Los estudiantes están desarrollando sus habilidades técnicas, aprendiendo nuevos programas informáticos que les permiten presentar su trabajo de forma creativa. Por otro lado, también ha habido efectos psicológicos negativos. Los estudiantes tienen que luchar contra la soledad, ya que han perdido la diversión y las bromas animadas de sus aulas. A menudo aprendemos comparando nuestro trabajo con el de los demás, obteniendo nuevas ideas de compañeros y amigos. Ahora que este proceso ya no es posible, nuestra creatividad también se ha visto limitada. No hay rutina que seguir, nuestra disciplina diaria se ha roto. Ya no hay viajes de estudio que esperar en el futuro, en los que los estudiantes aprenden los múltiples beneficios del trabajo en grupo, el espíritu de equipo, el manejo de posiciones de liderazgo, todo ello mientras aprenden en persona de los lugares que visitan y las personas que conocen.
Los estudiantes de arquitectura tienen que aprender a adaptarse a muchas cosas. Por suerte, la arquitectura siempre ha sido un campo que ha evolucionado rápidamente. Desde la tecnología siempre cambiante hasta las últimas tendencias, estamos acostumbrados a esperar lo inesperado. Si alguien puede acostumbrarse a este extraño y nuevo mundo en el que nos encontramos, son los arquitectos. La responsabilidad de diseñar ciudades y estructuras que se adapten mejor a estas pandemias recae directamente sobre los hombros de los arquitectos y urbanistas. Nuestro modo de vida debe cambiar, y los arquitectos son uno de los que pueden guiarnos en el proceso.
