El deconstructivismo es un movimiento en la arquitectura que ha sido ampliamente malinterpretado. Por definición, es un movimiento que apareció en la década de 1980 como una respuesta al Modernismo y Postmodernismo. Se caracteriza por la ausencia de unidad, armonía y simetría, además se denota comúnmente a través de geometrías distorsionadas o fragmentadas. Existen diversos arquitectos famosos, cuyos diseños son denominados bajo la categoría deconstructivista, pero muchos parecen rechazar cualquier afiliación de su trabajo a este movimiento en particular, lo cual causa muchas dudas respecto a porqué el deconstructivismo esta plagado de tanta notoriedad. Para poder entenderlo, se debe conocer el origen de su filosofía y por qué sus virtudes tuvieron relevancia en el contexto arquitectónico.
Derrida nos urge a cuestionarnos la existencia de la verdad absoluta y analizar la manera en la que observamos las cosas. Nos pide dudar de nuestras creencias y tratar de buscar el significado deliberando con un ojo imparcial para que podamos encontrar valor en las ideas que a menudo ignoramos. Esta idea de reevaluar principios predeterminados capturó la atención de arquitectos como Peter Eisenman y Bernard Tschumi. Los principios del deconstructivismo se pueden ver en el Centro de Arte Wexner de Eisenman y en el Parque de la Villette de Tschumi, donde desafían intencionalmente las tradiciones arquitectónicas conocidas.


In Wexner Center of Art, Eisenman incorporates a white metal grid to signify scaffolding and give the building a sense of incompleteness or fragmentation. Whereas Tschumi is designed by Parc de
En el Centro de Arte Wexner, Eisenman incorpora una grilla metálica blanca para significar andamios y dar al edificio una sensación de incompletitud o fragmentación. Mientras que Tschumi diseña el parque de la Villette con la intención de crear un vacío y eliminar cualquier idea preconcebida que la gente pueda asociar con un parque urbano. Otro arquitecto cuyo trabajo sigue los principios del deconstructivismo es Daniel Libeskind, para el Museo Judío lo concibió como una “huella” de lo “borrado” por el holocausto, con la intención de representar el vacío dejado en memoria de los judíos. Está diseñado como un zig-zag retorcido y una línea de vacíos o espacios vacíos recorre todo el edificio.
Las instancias del deconstructivismo mencionadas, intentan crear lo que Derrida llamó una “metafísica de la presencia”, o la presencia de una ausencia. El deconstructivismo intenta alejarse de las reglas del modernismo como “la forma sigue a la función” y la “pureza de la forma”. Busca cuestionar todas las tradiciones arquitectónicas aceptadas, no para causar interrupciones o controversias, sino para explorar lo que puede ofrecer la antítesis de estas. Arquitectos como Frank Gehry no están de acuerdo con la clasificación de su obra bajo el deconstructivismo, porque para ellos la deconstrucción o la geometría distorsionada de sus edificios no se inspira en la filosofía de Derrida sino en otras fuentes como el expresionismo abstracto, el cubismo o el minimalismo.
Lleno de críticas, el deconstructivismo ha sido atacado por su falta de atención al contexto en la que se asienta el edificio y su descarado desprecio por los principios arquitectónicos. Pero no se debe olvidar que, si bien el deconstructivismo ignora estos principios, también reelabora las tradiciones arquitectónicas en el diseño del edificio a su manera. La teoría de Derrida nos pide que miremos ambos lados de las creencias sin prejuicios y descubramos lo que podría haber sido previamente desconocido. Nos pide que no busquemos respuestas, sino que nos deleitemos en la confusión. El deconstructivismo puede ser una respuesta a los ideales del modernismo y el posmodernismo, pero tiene el simple deber de cuestionar todo lo que aceptamos sin dudar. No se puede denominar un movimiento propiamente dicho ya que los arquitectos asociados a él tienen diferentes interpretaciones de lo que transmite, pero sin duda es una verdadera forma de hacer arquitectura.
